En estos últimos años se han producido, a menudo, manifestaciones de gran optimismo —incluso de euforia— respecto al papel que tendrá la alta tecnología en la educación superior. El uso de las nuevas tecnologías y la expansión de Internet han sido empleados —especialmente por las instituciones privadas— como un remedio milagroso en muchos de los diversos problemas de la educación superior, como por ejemplo los costes elevados y la ineficiencia de algunos programas educativos. Las tecnologías de la información y de la comunicación se han utilizado como la panacea que ofrecerá la educación just-in-time.
En contraposición a este punto de vista tan positivo, otras voces —que provienen básicamente de Norteamérica— han empezado a insinuar que, pese a que ofrece sin duda nuevas oportunidades, la educación en línea también comporta nuevos riesgos. La vertiente privada de la enseñanza virtual ha generado buena parte de estas críticas y de este escepticismo. Hay quien ha destacado diversos riesgos de la educación virtual (Varoglu y Wachholz, 2001): la transformación de un bien público en una mercancía; el desarrollo de trabajadores y consumidores en lugar de ciudadanos críticos; la homogeneización y la estandarización de los contenidos, los valores y los lenguajes de la educación y, claro está, la fractura digital. En un artículo muy polémico de 1997, Noble afirma que "la conversión a la alta tecnología de la educación superior se ha iniciado e implantado de arriba abajo" y explica esta realidad (de alienación y oposición) en términos de lo que llama "la comercialización de la educación superior" —la mercantilización de la investigación y la mercantilización de la función educativa de la universidad. En el mismo artículo, Noble añade otras clases de riesgo con relación a los cambios en la distribución de poder en el nuevo modelo de universidad virtual (según él, la autonomía y la independencia del profesorado se resentirán). La formación en línea se ha tachado también de fría e impersonal. Se ha dicho que su estructura tecnológica es inadecuada para la experiencia social que toda educación debería suponer siempre. En estos últimos años, la educación en línea ha generado nuevos motivos de desconfianza y de insatisfacción tanto entre los profesores como entre los estudiantes. Por mencionar solamente dos ejemplos, en la Universidad de York, de Toronto, la tercera universidad más grande de Canadá, los profesores fueron a la huelga durante dos meses, en 1997, en demanda de una mejor protección contractual y del derecho a mantener el carácter presencial de sus cursos. A su vez, los estudiantes apoyaron al profesorado en huelga y manifestaron su inquietud respecto a todo el sistema educativo en línea. En 1998, los profesores protestaron de nuevo contra una iniciativa en línea que se quería llevar a cabo en la Universidad de Washington, con el argumento de que "la educación no se puede reducir a un descenso de información".
Las experiencias de campus virtuales y cursos en línea han aumentado de forma clara tanto en Europa como en Norteamérica, con algunas iniciativas también en los países del Tercer Mundo, y es innegable la fuerte tendencia hacia la enseñanza en línea a través de Internet.
La mano pintada ( 9/12/08 )
Hace 16 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario